Así fue la boda de la futbolista Alba Redondo con su novia, Cristina Monleón
Hay bodas que inspiran, otras que sorprenden… y luego está la de Alba Redondo y Cristina Monleón, que directamente nos roba el corazón. Una celebración cargada de personalidad, detalles cuidados al milímetro y momentos que todavía hoy nos ponen la piel de gallina.
El pasado sábado, la futbolista internacional Alba Redondo, campeona del mundo y jugadora del Real Madrid, selló su historia de amor con Cristina Monleón, periodista y profesora, en un “sí, quiero” tan auténtico como inolvidable. El lugar elegido: la Finca Los Prados, un rincón de ensueño en Albacete donde cada boda se transforma en una experiencia irrepetible.

Un enclave con historia (y mucho encanto)
Finca Los Prados es de esos lugares que respiran elegancia sin perder el alma. En sus orígenes, fue una finca ganadera vinculada al legendario torero Dámaso González, y hoy es un espacio referente en el universo bridal gracias a la visión de sus hijas, Marta y Elena González. Ellas han sabido conservar la esencia familiar mientras convertían este lugar en sinónimo de exclusividad.
Aquí no hay bodas en serie. Solo una celebración por día. Porque cada pareja merece vivir su gran día con mimo, calma y atención al detalle.

Amor y mucha emoción
Desde el primer momento, todo en esta boda hablaba de Alba y Cristina. La finca recibió a los invitados con caballos, un rincón valenciano (agua de Valencia incluida) y un cartel de tres falleras que simbolizaban a las protagonistas y a su hija Olivia. Sí, esta fue una boda pensada hasta el último detalle.
Cada asiento tenía un sobre con una nota escrita a mano y un dibujo de Olivia. Paipáis, gafas en forma de corazón, sombreros blancos… pequeños gestos que hacían sentir a todos parte de algo muy íntimo.
La ceremonia, al aire libre, fue pura emoción. Alba llegó del brazo de su padre al ritmo de This Land; Cristina lo hizo con Olivia, mientras sonaba el Hallelujah de Shrek. Lágrimas, sonrisas, palabras de amor de amigos, compañeras de equipo y familiares. ¿El broche? Un intercambio de alianzas grabadas y una salida entre pétalos al grito de “¡A quién le importa!”. Porque sí, esta boda también fue una declaración de libertad.
Del brindis a los fuegos artificiales: así fue la celebración
Tras la ceremonia, comenzó el festín. Literalmente. El cóctel —cortesía del catering Lalola— dio paso a una comida en la que no faltó ni el buen gusto ni la creatividad gastronómica. Salmorejo con langostino, canelón de pularda, timbal de cordero o coulant de chocolate con helado de vainilla fueron solo algunos de los platos que conquistaron a los invitados.
Y las sorpresas no paraban. Alba y Cristina regalaron sus ramos a sus madres, jugaron con los invitados al “juego de los capitanes”, y se aseguraron de que todos se levantaran a bailar con la canción asignada a su mesa.
Un fiestón con unicornios y zapatillas personalizadas
Cuando el reloj marcaba las 18:30, empezó “la otra boda”: la fiesta. Con cambio de look (top y pantalón para bailar sin límites), coreografía ensayada con amigos de su escuela de baile, y zapatillas personalizadas por la artista Ana Galocha, las novias inauguraron la pista con una mezcla de Hasta mi final y YMCA.
¿Lo más inesperado? Seis primos disfrazados de unicornio irrumpiendo en mitad del baile. Porque el amor, cuando se celebra con humor, es aún más inolvidable.
Hubo hinchables para los peques, tatuajes efímeros, un fotomatón, una “chupitería” y hasta ilustraciones en vivo. Cada rincón de la finca escondía una sorpresa pensada para emocionar, divertir y dejar huella.
Luna de miel (pospuesta) y promesas de futuro
Por ahora, la luna de miel tendrá que esperar: la Eurocopa en Suiza llama a Alba. Pero el destino soñado ya lo tienen claro: Japón y Maldivas. Dos lugares tan mágicos como este día que vivieron rodeadas de amor, risas y magia.

Porque si algo dejó claro esta boda es que cuando el amor es verdadero, no hay guion que valga. Solo hay que vivirlo. Y celebrarlo.