Con la beauty hemos topado, por John Queras

No sé si os pasa a vosotros también, pero lo que es a mí, con el cambio de año me da por hacer limpieza y poner un poco de orden en mi domicilio. Lo primero que he hecho es reciclar una pila de periódicos y revistas que se había ido acumulando discretamente en el salón. Su altura era ya tal que llegaba hasta el techo y empezaba a colarse en el piso de la vecina de arriba, que no tiene muy buen carácter, dicho sea de paso. Debía de llevar mucho tiempo sin meterle mano a la Torre de Papel, como gustamos de decir por estos lares, porque algunos titulares hablaban de la Perestroika y de la entrada de España en la UE.

Después de que la nube de polvo se disipase y de contratar los servicios de un camión de mudanzas con destino al contenedor azul, me vine arriba y me metí con el armario. La regla para saber qué prenda se queda y cuál no es bien sencilla: si no me la he puesto en el último año, va fuera. Quedaron exentas de esta purga las camisetas adquiridas en conciertos y las elásticas rojiblancas. ¿La razón? Que más que ropa son recuerdos.

Como ya había cogido carrerilla, y con la alcoba como los chorros del oro, me atreví a cruzar la última frontera: el botiquín. Entre medicamentos caducados, pomadas cuyo nombre se había borrado y era imposible reconocer, un jarabe para la tos que fue prohibido allá en 2001 por el Ministerio de Salud y unas tiritas de Star Wars (pero de la trilogía original) que no pegaban ni con Loctite, lo tuve fácil. Fue todo directamente al punto SIGRE de la farmacia.

En cambio, cuando le tocó el turno al estante del cuarto de baño, mi alma de beautywarrior se impuso al frenético síndrome de Mr Proper. Y no me quedó otra que añadir tres nuevos productos a la pequeña sucursal del Bodybell en el que se ha convertido. A saber: el Gel limpiador con aloe vera, de V7 (19 €), para eliminar las impurezas y el exceso de grasa; el sérum reparador Future Rescue, de Lab Series (59 €), porque su fórmula de alto rendimiento le viene muy bien a una piel de 42 años como la mía, y el eau de toilette Mediterranean Neroli, de Ermenegildo Zegna (210 €), porque me encanta la salida cítrica combinada con un corazón de madera de ciprés.

Ahora el único problema es que, con el hueco tan hermoso que me ha quedado en el salón después de tirar el papel, noto la habitación algo desangelada, la verdad.

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