El nuevo british, por John Queras
El siempre difícil equilibrio entre tradición y modernidad es una de las bases sobre las que se sustenta el panorama olfativo actual. De ahí que estos dos conceptos antagónicos tengan que convivir en un mismo frasco y, además, es obligatorio que se lleven bien. Es como si David Guetta y Bertín Osborne se juntasen en la misma habitación y se dedicaran a componer el hit del verano. Como veis, la cosa no es nada sencilla. Menos mal que en esto de unir lo pretérito con la última generación los ingleses son unos verdaderos genios. Y eso que la clásica elegancia british ya no es lo que era. Ahora es mucho mejor.
Como muestra, valgan estos dos botones. Atkinsons presenta The Big Bad Cedar (150 €/100 ml), un eau de parfum que interpreta las Tierras Altas escocesas en versión 2.0 y que es una prueba aromática de cómo pasado y presente tienen más en común de lo que podríamos pensar. Limón, cardamomo, cedro, musgo y sándalo son las notas principales de la última creación de la firma fundada en Londres en 1799 y que fue la casa de perfumes oficial de la Corte Real de Inglaterra. La reina Victoria o Napoleón fueron heavy users de las esencias que emanaban del número 24 de Old Bond Street. Y hoy, más de dos siglos después, siguen utilizando los ingredientes más emblemáticos de la alta perfumería para crear sugestivos paisajes olfativos de rabiosa actualidad.
Burberry también ha sabido modernizarse sin perder ni un ápice de su esencia original, sobre todo desde que llegó a la marca Christopher Bailey, primero como diseñador (2001), luego como director creativo (2004) y en la actualidad como CEO. Con 160 años de historia, su visión única del gentleman se palpa en Mr. Burberry (86 €/100 ml), que rinde homenaje al icónico trench diseñado por Thomas Burberry para que los soldados ingleses estuviesen protegidos del frío y de la lluvia en las trincheras de la I Guerra Mundial. De factura impecable, esta eau de toilette hace gala de una elegancia sin excesos, un poco irreverente y que sorprende con la textura terrosa del vetiver y la calidez de la hoja de abedul. Lo dicho, God save the queen!
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