Gadgets, por John Queras
A la hora de elegir una afeitadora eléctrica es importante dedicarle unos minutos a estudiar los accesorios que incorpora y que multiplican sus funciones hasta el infinito y más allá. Y es que los beauty gadgets son como los extras de un Blu-ray: seguramente nunca llegues a verlos, pero quieres que estén ahí. Por eso, en los últimos tiempos, las marcas del sector se han lanzado a crear una cantidad ingente de cabezales capaces de convertir un simple barbero en un cortacésped multifuncional más versátil que un Transformer. Hasta aquí, todo correcto: que una misma máquina dé respuesta a varias necesidades es un gran avance. El problema es que, en ocasiones, el producto en cuestión se acompaña de tal cantidad de herramientas que harían cortocircuitar al mismísimo Inspector Gadget. Este frenesí instrumental se traduce en una desmesura de posibilidades que no puede traer nada bueno. Ni calvo ni con tres pelucas. Una cosa es que nos faciliten la vida y otra muy distinta que tengamos que hacer un máster en ingeniería industrial para saber qué hace cada uno de estos artilugios.
Philips no ha caído en este exceso en el diseño de su nueva Serie 7000 y mi salud mental se lo agradece. El modelo más alto de la gama (193 €) ofrece dos extras: un cabezal que realiza una limpieza facial en profundidad y un accesorio para recortar. Y la verdad, no necesitamos nada más. Son muy prácticos y tan fáciles de intercambiar que hasta un tecnotorpe como yo lo consiguió a la primera. Además, la afeitadora incorpora un revestimiento de miles de micropartículas que crean una superficie de baja resistencia, lo que favorece el deslizamiento de las cuchillas y reduce la irritación para algarabía de las pieles sensibles. Y por si todo esto fuera poco, se puede utilizar tanto en seco como bajo la ducha. ¡Adelante gadgeto cabezal de limpieza!
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