Las siete bodas de Bea
Hace poco comentábamos que dar con tu vestido de novia no siempre es fácil, bien porque no encuentres nada o bien porque no puedas decidirte porque te gustan todos. Así que después de ver (y alucinar) con la boda de Beatriz Borromeo y Pierre Casiraghi, en la que he podido contar hasta siete, ¡siete! vestidos para las distintas celebraciones del enlace, no tengo claro si este desmadre fashionista ha sido sencillo o complicado. Aunque teniendo en cuenta que la mayoría de marcas del mundo mundial se matarían por ser elegidas por Beatriz, me muero de la envidia…
En Mónaco
Para la boda civil, Bea eligió el famoso vestido rosa pálido con capa en chiffon con bordados florales blancos en la falda y la parte inferior, definido como una “evolución del look 30-A16 de la colección Primavera-Verano 2015″ por la propia firma. Un fail para muchas, amor (entre las que me incluyo) para otras.
Después de la ceremonia se celebró el cavagnëtu (un picnic de toda la vida) en los Jardines del Principado, en el que el dress code propuesto era el traje regional de cada invitado. Así que nuestra Bea, que empezaba a sufrir los primeros síntomas de su boda Barbie (con tanto cambio de vestuario), se nos vistió como una monegasca total, con falda rojiblanca, corsé negro, su mandil blanco, guantes blancos calados con adorno de puntilla, cinta negra en el cuello para el colgante, y sombrero de paja con remates en negro y ladeado. Lo del pobre Pierre… parece que se ha escapado de un Belén…
Por la noche los invitados (que la novia tiene lo suyo, pero ya me dirás tú el presupuesto si a la Bea le da por invitarte a la boda, mejor decir que tienes al niño malo) acudieron a una recepción en el Hotel de París, en el que volvió a apostar por Valentino y por otra variación de uno de sus diseños de alta costura. Con falda de tul estampada con nubes y espalda al aire, la verdad es que parecía una princesa de cuento…
Si Ernesto de Hannover siguiera en la familia a estas alturas de la boda tendría una cogorza considerable (de hecho si llega a saber esto no se separa hasta ahora…). Porque todo lo anterior fue el sábado, y el domingo, amigos y familia fueron invitados a una fiesta informal, lo que sería una barbacoa pero en plan milloneti. Para la ocasión, Bea se colocó un vestido con estampado tropical de su cuñada Marta Ferri que acompañó con sombrero de paja amarillo y pendientes de piña.
En Italia
Cinco días para descansar y nuevo finde bodil de los Casiraghi-Grimaldi. Esta vez tocaba la tierra de la novia (literalmente), concretamente el isolino San Giovanni, la isla privada de la familia Borromeo en el lago Maggiore. La noche antes de la ceremonia religiosa, los novios recibieron a sus invitados en una pre-boda informal para la que Beatrice eligió este vestido con aires hippies de Alberta Ferretti.
El sábado, para la ceremonia, Beatrice tiró de su marca de cabecera, Armani, que después de su ausencia en la boda civil, protagonizó el enlace religioso. Por la mañana, traje tradicional en marfil de manga larga, lo que parece un velo de tul de seda con recogido bajo y apliques en el pelo.
Y nuevo cambio de vestuario! Tocaba recepción nocturna y la novia volvió a vestirse de princesa con otro diseño de Armani en tul con tirantes, escote de pico y esa especie de velo-cola que le salía de los hombros.
Pero lo mejor de la boda de los siete vestidos vino de la mano de Carlota, la hermanísima del novio. Ella que es igual de puñetera elegante que su madre, se coló en la pre-boda italiana con un vestido de Zara que cuesta 39,95 euros (y que por ahora sólo se ha agotado en la M). ¿Guerra de cuñadas?
Una boda con siete vestidos… ¿agotadora o un sueño?
¿Con qué modelito de la Borromeo os quedáis?
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