Ma(cron)quillaje Gate, por John Queras
26.000 lereles del ala. Ni uno más ni uno menos. Esta es la cantidad que les cuesta cada tres meses a los contribuyentes franceses que su presidente vaya hecho un pincel a las ruedas de prensa, inauguraciones, bailes de gala, estrenos de cine y demás eventos públicos en los que el protocolo demanda lucir palmito, buena cara y sonrisa Profidén. Casi 300 euros al día en maquillaje y peluquería para que los selfies que sube a Instagram acaparen los mismos likes que los de las hermanas Kardashian. A Emmanuel Macron le están poniendo a caldo por invertir este dineral en su aspecto físico, mientras en el Elíseo buscan hueco para construirle su propio Bodybell. Dejando a un lado la cuestión económica (que más adelante comprobaremos que no es para tanto), este asunto pone sobre la mesa el tema del makeup masculino. Si los hombres del siglo XXI no nos maquillamos, resulta que somos unos rancios y unos viejunos anclados en el pasado, llenos de complejos, con una mentalidad carca y que no creemos en la igualdad. En cambio, si nos aplicamos una base para unificar el tono y borrar las imperfecciones y un corrector para eliminar las ojeras, como hace Macron, la cosa se nos va de las manos. O calvos o con tres pelucas.
Vamos a ver si nos entendemos: la igualdad no significa que todos los hombres se maquillen y que todas las mujeres jueguen al fútbol, por poner dos ejemplos que hasta hace poco estaban diferenciados por género. La auténtica igualdad tiene que nacer de la libertad individual, es decir, que cada cual elija hacer con su vida lo que dé la real gana, sin someterse a roles sociales que se perpetúan en el tiempo. Que el hombre que quiera maquillarse lo haga sin que nadie se escandalice y que la mujer que quiera jugar al fútbol pueda hacerlo sin recibir críticas por ello.
Es cierto que la cifra final impresiona porque es mucha pasta de golpe y porrazo, pero tener a tu disposición a un peluquero-maquillador 24 horas al día y siete días a la semana por 300 euros la jornada está más que ajustado al precio del mercado actual. Todos aquellos que hemos trabajado en una sesión de fotos para una revista sabemos que los profesionales del sector cobran eso y más. Y muy merecidamente. Lo que no sé es si el escándalo hubiese alcanzado tal magnitud en el caso de que la factura hubiese pertenecido a la primera dama. De todas formas, las firmas cosméticas llevan ya unos cuantos años utilizando los principios del maquillaje, como los difusores ópticos, en las fórmulas for men. Los más habituales son el sílice, el dióxido de titanio y la mica porque reflejan la luz y ayudan a ocultar los signos visibles del envejecimiento, como las líneas de expresión. Un buen ejemplo de esto es el contorno de ojos Age Defender (41 €), de Kiehl’s. Pero el verdadero problema para los irreductibles galos es que la falta de programa político de Macron no se disimula ni aunque el presi se aplicase toda la colección de maquillaje de otoño de Chanel. En cualquier caso, ¡vive la France!
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