Otros activos antiaging, por John Queras
Ni bótox ni liftings ni inyecciones de células madre. Ni cócteles de vitaminas ni yoga facial ni radiofrecuencia de última generación. Llegando al final de este agitado 2015 he descubierto dos nuevos métodos de rejuvenecimiento que se salen de los dictados de los laboratorios. No los llamaría yo terapias alternativas porque la cosa no llega a tanto y tienen la misma validez científica que Benjamin Button, pero funcionar, funcionan.
Estamos cansados de oír que la edad poco tiene que ver con el año de nacimiento y que es más importante sentirse joven por dentro. Pues bien, hace un par de semanas Max Factor tuvo a bien invitarme a una matiné de la nueva entrega de la saga galáctica por excelencia. Y salí del cine con la misma sensación que tuve a los 10 años cuando mis padres me llevaron a ver “El retorno del jedi”. Cada vez que en la pantalla aparecían el Halcón Milenario, Han Solo o C-3PO, notaba cómo la ingente cantidad de canas que cubren mi cabeza recuperaba, escena a escena, su textura y color originarios. Además, las arrugas del contorno de los ojos comenzaron a atenuarse y el surco nasogeniano recobró sin previo aviso la apariencia de un teenager. Tanto fue así que, al terminar la película, fuimos a un bareto a tomar unas cervezas y me pidieron el DNI.
Otra buena manera de quitarse años de encima sin pasar por el taller de chapa y pintura es la risa (alerta de autobombo). Es cierto que al reírnos las líneas de expresión se marcan y se hacen más profundas, pero qué importan estos pequeños detalles cuando uno se está partiendo la caja. Por eso, y no porque sea compañero de blog, atlético de pro y una de las personas con más y mejor sentido del humor que conozco, recomiendo encarecidamente la lectura del último libro de Juan Luis Cano, “El hombre que surgió del rímel” (La esfera de los libros/19,90 € ). Y es que desde la primera hasta la última página uno se desternilla con las desopilantes peripecias de Tebi, un beautywarrior bastante sui géneris a medio camino entre el detective loco de Mendoza y el inclasificable Ignatius J. Reilly, de “La conjura de los necios”. Lo dicho, que los activos antiedad más eficaces no siempre se encuentran en una fórmula cosmética. Que la risa os acompañe.
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