Cada vez que viajo me traigo un pequeño tesoro de cada destino. Es como guardar un pedacito de cada lugar cuya esencia permanecerá imborrable no solo en mi mente, sino físicamente cerca de mí. Todavía conservo unas gotitas de aceite de coco puro, extra virgen, ultra orgánico, procesado a mano por la vieja María, una gran conocida de la zona selvática de Punta Cana, provincia de Higüey. Ese coco no olía como los demás. Ni su textura era parecida. Es lo que tiene la materia prima genuina y autóctona de cada región. Dicen que es lo que le da la calidad exquisita a los productos. Otra vez me hablaron del aceite extraído de la resina del árbol del Almescar, utilizado durante siglos por los indígenas Pataxó por su aroma balsámico y sus propiedades curativas y hoy forma parte de los rituales spa del maravilloso hotel Uxía, en Trancoso, Brasil. Me obsesioné con aquel aceite. Algo me atraía hacia él irremisiblemente. Al final resultó más viable que este aceite curativo, raro de encontrar, se cruzase Trancoso y el Atlántico entero para llegar a mis manos que ir yo a conocer a los Pataxó. Cuando me ponía en modo exótico, frotaba unas gotas entre las manos, cerraba los ojos e inhalaba profundamente. Es increíble el poder del aroma sobre la psique, porque en cuestión de segundos me sentía entre sus frondosos bosques nadando en la piscina revestida de cuarzo aventurina del maravilloso Uxía…
El ylang-ylang de las Comores; el Haba Tonka de Venezuela; el karité, la marula o la kigelia de África; la lavanda de la Provenza; la raíz de Tuya de Essaouira; las algas de Escocia e Irlanda… Todos ellos ingredientes premium, adorados por la industria cosméticay del perfume por su alto valor y cualidades inigualables. Puede que la composición única de sus suelos, sus concretas temperaturas o la caprichosa naturaleza que ha puesto en cada sitio la semilla para engendrar ingredientes con denominación de origen. Hoy el lujo abraza las tradiciones. Cada vez son más las marcas que colaboran con pequeños artesanos o recolectores para dar alma a sus productos, como la californiana Rich Hippie (rich-hippie.com en Europa se puede adquirir a través de www.amarantus-lounge.de/marken/rich-hippie/) que elabora sus perfumes orgánicos en pequeños lotes con ingredientes procedentes de granjas pequeñas, de gestión familiar, ubicadas en todas partes del mundo, desde la India hasta África, pasando por Francia, Indonesia o Brasil. La base del perfume no está hecha con alcohol sintético, sino con espiritoso de vino 100% natural proveniente de uvas cultivadas orgánicamente en la mítica región vinícola de California. Por ejemplo, Marrakech contiene la exquisita rosa de Marruecos y madera de Cedro del Atlas. Shambala, el reino mítico escondido en la cordillera del Himalaya, gira en torno al jazmín indio. Psychedelic contiene puras vainas de vainilla de Madagascar, y Bliss, auténtica rosa búlgara.
Otras marcas recogen el legado de años de tradición, como la portuguesa Benamôr (en www.laconicum.com), creada en 1925 por un farmacéutico que empezó a formular ungüentos milagrosos en Campo Grande 189, Lisboa. Tuvo la certeza de elaborar recetas de belleza con ingredientes naturales, hechas a mano y envasadas en unos míticos tubos con diseño Art Decó. Todo un acierto. Pronto la marca empezó a sumar fans por su original packaging, su exquisito aroma y sus texturas (una de las pocas cremas de manos que no deja sensación grasa a pesar de nutrir en profundidad), incluida la propia reina Amélie, a quien se le dedicó su propia receta de belleza: Rose Amélie. Hoy sigue siendo fiel a sus orígenes, tanto, que incluso uno de sus best sellers, la crema de rostro, sigue manteniendo la fórmula original de antaño.
Otras mantienen los antiguos secretos de belleza asiáticos a buen recaudo escondidos en pequeñas joyas de porcelana pintada, como la china Dai Chun Lin (daichunlin.eu), la línea de alta cosmética de la China imperial. Surgida de la idea de un cosmetólogo chino durante la Dinastía Ming, Dai Chun Lin pronto empezó a convertirse en oscuro objeto de deseo para concubinas y emperatrices que no dudaban gastar importantes sumas de dinero con tal de mantener su belleza intacta. El secreto de su éxito residió en los ingredientes utilizados, venerados en la Medicina Tradicional China, como el hongo Poria Cocos (antiinflamatorio, muy utilizado en casos de acné, y para hidratar y normalizar la pigmentación de la piel), raíz de Ginseng (de acción antiarrugas y reafirmante) y el mítico polvo de perla, consumido incluso vía interna por su alto contenido mineral (se le atribuían propiedades remineralizantes, calmantes y ansiolíticas) y vía tópica por sus propiedades despigmentantes y antiedad.
Y otras que se inspiran en los colores, cultura y aromas que configuran las memorias de África, como Maasaï Mara, una de las delicias olfativas dentro de la Collection Grands Crus de la firma francesa Berdoues (79 €, 100 ml en La Basílica Galería www.labasilicagaleria.com). Esta selecta colección se convierte en una interpretación olfativa de una región del mundo. Maasaï Mara hace lo propio con la reserva natural que le da nombre ubicada en el sur-oeste de Kenia. Su frasco evoca el colorido entramado artesanal de sus clásicos batik y sus étnicas filigranas. Su aroma ambarino, creado por el perfumista Philippe Romano, nos trae a la memoria la calidez del continente gracias a la manzanilla azul de Egipto, la jara española y el Buchú, quizás la hierba aromática más conocida de Sudáfrica.
Y si vas a Kauai, en el archipiélago de Hawái, no puedes perderte los jabones artesanales de sal marina y coco orgánico de Kopa Kauai (@kopakauai). Y si no vas pero quieres decir Aloha a la cosmética hawaiana, Mahalo (mahalo.care) rinde culto a algunos ingredientes nativos como el aceite de Kukui, utilizado durante siglos por los hawaianos para proteger la piel del daño ambiental.
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