La gala de las barbas, por John Queras
La última edición de los premios Goya ha dejado clara una cosa: el vello facial arrasa entre el elenco masculino del cine patrio. Y eso que ya ha pasado algún tiempo desde que George Clooney decidió dejarse bigote y comenzó, como quien no quiere la cosa, una suerte de efecto dominó que no tiene visos de parar, por lo menos a corto plazo. Al poco vinieron los hípsters y convirtieron las primeras, y tímidas, oleadas de barbudos en un verdadero tsunami. Para rematar la faena, todas las tribus urbanas que han surgido después, desde los lumberjacks a los coolturetas, han continuado con esta moda, pero interpretándola con sus propios códigos. Que conste en acta que el escribe estas líneas gasta mostacho desde hace algo más de un año. Eso sí, aunque mi intención era cloonizarme un poco, mi proverbial escasez de vello facial me acerca más al look folclórica que al del actor norteamericano con el que, por cierto, comparto cumpleaños. Y ahí terminan nuestras semejanzas.
Pero bueno, a lo que voy, que desde Dani Rovira a Paco León, pasando por Karra Elejalde o J.A. Bayona, la gran mayoría lucía sus barbas con gracia y orgullo. Que generaciones distintas se decanten por un mismo estilo es algo que pocas veces se había visto. Pero claro, como todas las modas, la barba también pasará a mejor vida. Dentro de unos meses, tal vez un año, el Brad Pitt de turno acudirá a un evento perfectamente afeitado y todos decidiremos que ha llegado la hora de pasarse la cuchilla. Y yo creo que esto sucederá más pronto que tarde porque, cuando algo se vuelve mainstream y pierde su elemento diferenciador, enseguida se vuelve cansino. Para estar bien preparado, sea cual sea la tendencia del momento, Philips ha desarrollado la One Blade (desde 30 €, la más básica, hasta los 80 € del modelo Pro), una herramienta que recorta, perfila y afeita cualquier longitud de pelo. Y es que, cuando todo el mundo apuesta por la barba, lo cool es rasurarse. Así que el Goya al modernuqui del año se lo damos al gran José Coronado, que fue a la gala, como gustaba de decir mi abuela, muy aseadito.