Como bien han delimitado los científicos, nos pasamos veintitrés años de nuestra vida durmiendo y tres años y cinco meses en la cola de Zara (estadística completamente inventada), por lo que no es de extrañar que en nuestros momentos shoppingeros haya grandes hitos de alegría (esa satisfacción al conseguir la prenda que buscabas o entrar en la talla que querías) pero también de vergüenza mezclada con humillación, hasta el punto de querer desaparecer a lo Harry Potter con la capa de invisibilidad (deberíamos pedirle un clon a Amancio). Y aquí van algunas de estas situaciones que seguro que le han pasado a más de una…
1. Dependienta que te abre la cortina. Parece que ya se han relajado un poco en esta tendencia, pero hubo un tiempo en que el afán por comprobar por sus propios medios que la prenda que te estabas probando te queda bien, cuando menos te lo esperabas te corrían la cortina y te veías en ropa interior frente a frente con tu examinadora. Y seguramente ese día no habías escogido tu mejor conjunto de lencería para ponerte, con lo cual te da una sensación de bochorno aún mayor. Una variante son las dependientas que te animan/obligan a salir a mirarte al espejo grande del pasillo de los probadores, para que te veas mejor. Es el momento en que te ves examinada no sólo por la/s dependienta/s que se encuentren en las inmediaciones, sino también por la madre de la chica de al lado, el novio de la de enfrente y esa señora que se ha colado para sentarse un ratito porque estaba cansada.
2. Intentas comprar el bolso que alguien había dejado encima de una mesa para probarse algo. Todo un clásico. La sujeto A deja encima de una de las mesas de la tienda un bolso/abrigo/chaqueta para poder probarse algo. Entonces llega la sujeto B, lo mira y por un momento piensa que ha encontrado la solución a sus problemas. Pero el problema (valga la redundancia) es que no está a la venta, y que su legítima propietaria te mira con cara de suelta-eso-que-es-mío. Podrías aprovechar para preguntar dónde lo ha comprado, pero ya si eso otro día.
3. La tarjeta que no pasa. Otro gran clásico. Y no tiene por qué ser por falta de saldo, sino por otros mil motivos: te has equivocado en el pin, la tarjeta está caducada o se le ha estropeado la banda. Pero la dependienta te mira con cara de asco-pena y te dice la palabra maldita. DENEGADA. Y sientes como toda la cola te mira con cara inquisidora. Y rebuscas en la cartera buscando otra tarjeta que devuelva la honra a tu nombre.
4. Esos locos bajitos. Eras la musa de las dependientas, te hacían la ola al entrar… pero desde que vas de compras con los niños te has convertido oficialmente en persona non-grata. Las habilidades de los pequeños diablillos para abochornarte en una tienda son muchas y variadas: desde vomitar hasta colarse en el probador con otra señora dentro, tirar la ropa, decir que alguien/algo es feo, subirse con los maniquíes…
5. Tu madre te dijo que siempre hay que preguntar. Te dejas llevar por la euforia del momento, porque es ESO justamente que estabas buscando, que querías desde hace años… Y te dispones a pagarlo pensando que cualquier precio es razonable para esa compra. Y entonces la dependienta dice la cifra en cuestión y te entran sudores por todo el cuerpo. Ahora no te vas a echar para atrás. Espero que en la tienda permitan las devoluciones y no me coma un vale. Espero que la tarjeta me pase…
¿Cuál es la situación más vergonzosa que has pasado en una tienda?
¿Por qué tendemos a sentirnos tan vulnerables en ese espacio que conocemos cono nuestra propia casa?
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