Y a los 30, ¿qué?, por John Queras
La semana pasada despedí la temporada de cocidos con los tres vuelcos de Casa Carola, compartiendo mesa, mantel y babero con mi cuñado y sus colegas. Y no, no voy a hablar del excelente piri madrileño que nos metimos entre pecho y espalda. De los juicios gastronómicos ya se encarga, y la mar de bien, nuestra Chica de la Ciudad. Lo que a mí me llamó la atención fue la conversación que mantuvimos después, frente a unos digestivos cubalibres, y que me enseñó más que cualquier estudio sobre consumo. Lo primero que tengo que aclarar de esta pandilla es que está formada por treintañeros, esa época de la vida en la que la adolescencia y la madurez se dan la mano, creando una realidad paralela con lo mejor de los dos mundos.
Y es que a los 30, uno está aprendiendo a convivir con sus nuevas responsabilidades de adulto, pero todavía juega con la misma pasión de los niños. La diferencia es que los juguetes han cambiado. El balón de fútbol, los G.I. Joe y las pistolas de agua son ahora el Primavera Sound, un viaje todos juntos (es lo más importante) a un destino cuanto más lejano, mejor, o el piano del Toni 2 un miércoles de madrugada. Vive esta juventud en una continua huida hacia adelante en la que dormir es opcional. En cualquier lado encuentran diversión estos benditos treintañeros. Pues bien, hubo un momento en el que tomé conciencia del brinco generacional que hemos dado en tan solo una década. Las novias hablaban de fútbol, de que el Atleti tiene que remontar en Champions, de que el Madrid así no va a ninguna parte e, incluso, alguna se ofreció a ponerle un dúplex a Ibrahimovic, mientras que nosotros debatíamos sobre cuidados masculinos. Algo impensable hace tan solo unos años.
Fue una charla corta, no vayáis a pensar que el tema preferido cuando uno sale a cocerse es el ácido hialurónico de bajo peso molecular. Pero fueron 15 minutos que rompían con siglos de ignorancia. Estos madurescentes ya empiezan a interiorizar lo que la cosmética puede hacer por ellos, pensé entre sorbos de Bacardicola. Y lo hacen con total naturalidad. El tema estrella fue, sin duda, la caída capilar. Algunos lucen melenas de exhibición y otros no tanto, pero ninguno deja al descubierto las vergüenzas de la coronilla. Todavía. Eso sí, todos coinciden en que la infame cortinilla está terminantemente prohibida, bajo pena de expulsión del grupo. Sine die. Saben bien estos mitos noctámbulos que solo una cosa puede superar a un pelazo imperial: la dignidad capilar. También repasamos los principios básicos del afeitado y cómo cuidar una barba y, aunque no son heavy users, todos, en mayor o menor medida, se aplican sus hidratantes y no salen de casa sin un golpe de perfume . En mis años mozos, si una chica te hablaba de exfoliarse, inmediatamente pensabas que habías ligado y dabas la noche por buena. Eso sí, a las 21 cero cero, hora marcial, y tras media docenita de murciélagos, el que suscribe y su santa ya estaban certificados en un taxi rumbo al dulce hogar, mientras ellos empezaban la juerga. Su calentamiento es mi partido, pensé. Lo dicho, benditos 30.
style: bellezaenvena