Yo practico el sport (olfativo), por John Queras
En este mismo instante, entre familiares y amigos, conozco a casi veinte personas que sufren lesiones de distinta gravedad producidas todas ellas mientras practicaban alguna disciplina deportiva. A saber: cinco damnificados del pádel, seis runners con rotura fibrilar en los isquiotibiales, tres esguinces de tobillo causados por el fútbol sala, cuatro ciclistas con quemaduras solares y un rider que se resfrió haciendo snowboard en Baqueira. Y es que, aunque el ejercicio físico es buenísimo para la salud y muy recomendable a cualquier edad, pasados los 45 hay que tomárselo con un poco de calma.
Reconozco que, de un tiempo a esta parte, la tentación de apuntarme al gimnasio me ronda por la cabeza cuando se aproxima el fin de diciembre, pero, hasta ahora, siempre se ha impuesto una de mis máximas vitales: “fitness is not my business”. Y creo que el tema seguirá por los mismos derroteros en el futuro. De hecho, ni siquiera lo he incluido como uno de mis buenos propósitos para el año nuevo. Así no estaré decepcionado conmigo mismo allá por el mes de marzo y puedo focalizar mis energías en proyectos más viables.
Pero que no me enfunde el chándal de tactel ni las zapatillas de running no quiere decir que no vaya a practicar algo de deporte en 2018. Eso sí, olfativo. Las fragancias sport cada día me interesan más. Son composiciones ligeras, pero intensas, versátiles, fáciles de llevar, con mucha personalidad y que se adaptan a todo tipo de situaciones, momentos y lugares. Además, me gusta sacarlas de su zona de confort, que es la época estival, y comprobar cómo evolucionan en pleno invierno urbanita. Y bastan un par de vaporizaciones para que me sienta como un auténtico atleta olímpico. Es lo que tiene la aromática y perfumada posverdad deportiva.
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