Cómo ser una It Woman a los 50. Amantes
Recuerdo que me encantó Sé infiel y no mires con quién. Me tocó escenificarla hace unos días en una reunión de amigas, y de ahí el tema de hoy. Así se llamaba una comedia de los ochenta dirigida por Fernando Trueba en la que los actores de “la movida” se divertían pasando de una cama a otra con la frivolidad que sólo la época podía situar en la categoría de “no tabú”. Antes hubiese sido imposible. Atrás quedaba la censura, “el que dirán” y el sometimiento de las mujeres, primero al padre y luego al marido; aquellos años en los que la función de la mujer en el matrimonio consistía en hacerle agradable la vida al esposo, cuidar de la casa, engendrar sus hijos y procurarle placer (y todo con una sonrisa). Se llamaba “el reposo del guerrero”, así, ¡con dos cojones!
Años más tarde, en los sesenta, la revolución sexual vivía su máximo apogeo en Estados Unidos, coincidiendo con el comienzo del movimiento hippie y la aparición de la píldora anticonceptiva, que aumentó las relaciones extra matrimoniales permitiendo a millones de mujeres practicar sexo con fines placenteros y no reproductivos. La comercialización y legalización de la píldora aquí llegó bastante después; hace exactamente 40 años (el 7 de octubre de 1978). Sobra decir que millones de mujeres estaremos eternamente agradecidas y que yo sepa, el hecho ha pasado bastante desapercibido. Existe el Día del chocolate, Día de la sonrisa, Día de la menopausia, Día del beso, Día del corazón sano, Día de la madre…. en un país en el que no hay día sin Día… ¿porqué no hemos celebrado a bombo y platillo el verdadero comienzo de la liberación de la mujer? Pero este es otro tema. Volvamos a lo que nos ocupa aquí, que no es otra cosa que el status actual de la mujer dentro… y fuera del matrimonio.
Tener una relación fuera de la pareja ha dejado de ser terreno exclusivamente masculino. En estas 4 décadas las cifras sobre el adulterio femenino no paran de crecer. Así lo asegura un reciente estudio realizado por el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) en el que un 33% de las mujeres encuestadas admite que ha mantenido relaciones sexuales en algún momento de su vida con alguien que no era su pareja oficial. En España, más de 5 millones reconocen haber sido infieles a sus respectivos. Si entramos en el terreno de la probabilidad, las cifras se disparan, y hay otras muchas miles de mujeres que confiesan que podrían cometer adulterio siempre que nadie se enterara del tema. A estos números, habría que sumar todas aquellas que reconocen haber soñado con acostarse con otro hombre, besar a alguien que no era su pareja o admite pensar en el vecino sexi del piso de arriba mientras hace el amor con su pareja.
Sobre mi cabeza sobrevuela la duda: ¿Y si resulta que no somos culpables? ¿y si es que hemos nacido así y somos infieles por naturaleza? ¿y si la diferencia está en que algunas pueden evitarlo (porque les falta una enzima o algo) y otras no? He preguntado a varios expertos y todos coinciden en que no existe el tal gen de la infidelidad ni nada que se le parezca. Vamos, que no hay excusa posible (en caso de quererla). Y aunque la especie humana no es tan dada a la promiscuidad como otras, no se puede decir que seamos exclusivamente monógamos. En realidad, en el mundo animal los casos de monogamia son más bien raros, sólo un 3% de las especies de mamíferos la practican, y desde el punto de vista biológico se considera incluso una conducta excepcional. Así que, aunque no hay muchos estudios al respecto, especialistas de renombre apuntan a que depende de cada individua y de las circunstancias, la educación y experiencias previas. Hay algunas que optan por la fidelidad y otras se muestran más reacias, así de fácil, pero todas (y digo TODAS) somos susceptibles de vivir una aventura en algún momento de nuestras vidas.
¿De dónde viene el deseo que impulsa a una mujer a ser infiel? Lo cierto es que el amante no se busca, se encuentra, de pronto y de manera inesperada. Unas son capaces de resistirse, otras menos, pero es un tornado difícil de esquivar. Como todos los fenómenos naturales, pasa por varias fases o etapas. Yo diría que el terreno es propicio cuando:
- Introducción. Tu matrimonio se ha convertido en rutina, los besos apasionados se convierten en sonoros, tu pareja ha pasado de ser tu amante a convertirse en un compañero de piso, la relación sexual sólo sucede el sábado por la noche, las conversaciones son pocas y en modo monosílabos y tus cortes y cambios de color del pelo pasan desapercibidos… Eres carne de cañón!!!
- Nudo. Necesitas estar enamorado, conocer a una persona especial, sumergirte en un segundo chapuzón en las aguas del amor, estar con alguien con el que puedas dormir haciendo “la cucharita”, volver a sentirte deseada… Estás en peligro inminente
- Desenlace. Cuando una mujer decide ser infiel se enciende la alarma en muchos casos, porque el fino hilo que separa el sexo del amor, o el amor de la ilusión, puede romperse en cualquier momento y querer convertir al “amante” en “pareja”. Ya no hay marcha atrás.
Madame Bovary o Ana Karenina en la literatura, El cartero siempre llama dos veces, El graduado, Los puentes de Madison o La pasión turca, en la gran pantalla. Los amantes han existido siempre en la ficción, pero son una realidad cotidiana. Historias de amor y desamor, de luchas internas y deseos prohibidos, de guerra y paz que a nadie le dejan indiferente, quizás porque todas somos infieles en potencia o porque desencadenan esa “atracción fatal” que empuja a sucumbir a las bajas pasiones y a la clandestinidad.
Con todo y con eso, la infidelidad femenina no se limita exclusivamente al terreno sexual. Si así fuera, sería menos arriesgada, pues el interés acabaría cuando la cuota de sexo se ve saciada, pero no es lo habitual. Se trata de algo más emotivo, privado e íntimo. Los motivos más frecuentes que nos impulsan a lo que vulgarmente se conoce como “poner los cuernos” son la falta de intimidad, es decir, la relación de pareja no es satisfactoria desde el punto de vista afectivo por lo que las mujeres experimentamos un enorme vacío emocional que intentamos llenar con otra persona. La reafirmación de la feminidad: creemos que hemos dejado de ser atractivas para nuestra pareja y la infidelidad se convierte en una vía para volver a sentirnos deseadas y, por último, volver a experimentar el romance: en muchas relaciones de pareja, a medida que pasan los años los detalles románticos disminuyen (o son inexistentes) y las mujeres sentimos la necesidad de volver a experimentar esas “mariposas” en el estómago. Y en muchas ocasiones, sencillamente, es vanidad. La frecuente seducción a otros puede ser una motivación fundamental en mujeres con rasgos narcisistas, quienes miden su autoestima en función de las conquistas que tienen.
Sean cuales sean los motivos que te empujen a los brazos de otro hombre (me encanta esta expresión tan melodramática), hay opiniones para todos los gustos. Los antropólogos dicen que la infidelidad es intrínseca al ser humano, mientras que Sigmund Freud, reconocido como el padre del Psicoanálisis opinaba que todos somos polígamos reprimidos. Y yo creo que los seres humanos podríamos definirnos como una especie que practica lo que en biología se denomina monogamia imperfecta o poligamia moderada.
¿Tú qué opinas?
Os abandono al amor con Love is in The Air (El amor está en el aire), como cantaba el australiano John Paul Young en 1978, el año en que las mujeres españolas celebraban la llegada de “la píldora”.